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Por favor Celia, ¿podrías ordenarme
los documentos que te di ayer? Los necesito para poder entregarlos mañana –
dijo el hombre trajeado que se encontraba frente a mi.
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Claro que sí – dije yo, agotada.
Claro que al ser una persona responsable, simpática y que me estoy todo el
santo día trabjándome mi puesto, todo el mundo se aprovecha de mí.
Estoy tan
entretenida ordenando documentos en varias columnas que me suena el móvil y
casi no lo oigo. Miro la pantalla de éste y veo que suena programado. Me suena
a las dos (para ir a comer), a las tres (para volver de comer), a las cinco
(para poder coger el tren a las cinco y diez) y finalmente a las nueve (para
cenar, lavar los platos e ir a dormir. Pensaréis: <<¿Pero que obsesión?>>. Y yo os
diré: << Obsesión no, es organización, y cuando alguien se ordena evita
los errores>>. Hoy me suena a las cuatro y media, he quedado con mi
prima, la cual se casa en tres días. Cojo mi bolso, el móbil y antes de salir,
me preparo un café para llevar.
Voy bajando
el ascensor y parece que hoy vaya más lento que nunca. Miro el reloj que llevo
en la muñeca y ya son las 16:36h. He quedado con ella a las cinco, y a este
paso se me hará tarde. Eso significa que luego nos separaremos más tarde aún,
cosa que hará que llegue a casa a las 19:36h y no a las siete y media...
Por fin la
puerta se abre y salgo casi corriendo de ella. Al salir empiezo a andar deprisa
y veo que hay un vagabundo sentado al final de la calle. Siento el impulso de
acercarme y dejarle una cantidad de dinero pero si hago eso se atrasará el
momento. Aunque, ¿que importa atrasarme si es por una buena causa? Me acerco,
saco el monedero del bolso pero se me cae el móvil y se divide en tres partes:
la batería, la tapa y el móvil. Me agacho deprisa y empiezo a recoger, sigo concentrada con el
puzzle que hay en frente mío hasta que la voz de un hombre llega a mis oídos.
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Mujer, te veo con prisa – levanto
la cabeza y es el hombre al que había ido a ayudar – si tenías prisa no hacía
falta que te pararas – le sonrío – Puedes irte, siento haberte...
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No lo sientas, quería ayudarte – le
interrumpo – es solo solo que me gusta tenerlo todo ordenado, así no cometo
errores – el hombre ríe.
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¿Pero no ves que si no cometes
errores no vas a aprender? – frunzo el ceño y le miro confundida – la vida es
un tren cuya parada final se llama muerte, todos estamos montados en este y
algunos llegamos antes que otros a esta parada final. Pero mientras estamos
sentados ahí, podemos hacer dos cosas: o esperar sentados, como yo; o jugar a
un crucigrama lleno de palabras nuevas y niveles diferentes. ¿De verdad quieres
esperar sentada y seguir un ritmo de vida tan monótono?
Le dejo
dinero y me levanto, me giro y empiezo a andar deprisa, pero no sin antes oir
al hombre con mi dinero en su mano decir <<Lo tomare como un no>>.
Obviamente
era un no. ¿En que te has convertido Celia?
*********
Me encuentro sentada en una mesa junto a mi madre,
mi padre, mi hermano mayor y mi abuela.
La boda transcurre tranquilamente. Mi vestuario se
basa en un vestido lila flojo y una corona de flores.
La música se oye pero estoy concentrada en aquel chico
que está hablando entretenidamente con el novio. Tiene el pelo oscuro y desde
lejos puedo ver claramente que tiene los ojos de un color azul claro, y cuando
aveces el foco le da en la cara se le ve la sonrisa con los dientes más blancos
y bonitos que he visto en mi vida…
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Hola – oigo una voz femenina detrás
de mí – Cuánto tiempo, ¿verdad?
Me giro y veo a mi hermana mayor. Dos años mayor que
yo.
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Si, Anna, mucho tiempo – asiento
con la cabeza lentamente - ¿Cómo va todo?
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Muy bien, la verdad, genial.
Trabajo en la empresa esa que te dije, vivo en el sitio más bonito del mundo y
vivo con mi novio, bueno, perdón, mon engagé – dice ella con una risa falsa.
Mi hermana vive en París con su recientemente
comprometido. Es tan diferente a mí, lejos de que ella es mucho más bonita que
yo, yo me considero organizada, amable, protectora con lo mío, en cambio, ella
es malvada, le da igual hacer daño o dejar de hacerlo, si quiere algo pisará a
quien le haga falta para conseguirlo. Es tan manipuladora, tan fría, tan
insensible, y aun así, todos la adoraban, hasta yo (pero en secreto). Le tenía
envidia, quería poder ser tan descuidada como ella, y poder triunfar en la
vida.
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Y a ti, ¿Cómo te va? – me pregunta
con un pequeño toque de malicia en su sonrisa.
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Muy bien, vivo sola, trabajo aun en
la empresa de siempre y sigo enamorada del orden – nada más terminar mi frase
ella explota a carcajadas.
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Y nunca pierdes el humor – me dice
ella sarcásticamente – Bueno, me voy a saludar a Regina y desearle suerte, le
recordaré que más le vale que me regale algo impresionante para mi boda, le he
regalado la última batteur del momento.
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¿La última qué? – digo yo sin
entender lo de la “batug”.
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Batteur querida, batidora para ti –
asiento y ella se marcha.
Me quedo mirándola mientras veo que se acerca a la
novia, el novio y el chico del cual no podía quitar los ojos de encima… espera,
¿qué? Con lo bonita que es Anna en cualquier momento el chico se enamora de
ella… Me acerco yo también y les interrumpo.
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Regina, ¡Felicidades! – digo yo
sonriendo disimuladamente.
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Hola Celia, estás preciosa – me
contesta mi prima.
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Tú sí que estás guapa – le digo
abrazándola.
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Ya conoces a Christopher – me dice
ella señalando a su pareja, a lo cual yo respondo asintiendo y sonriéndole a
Chris – bien, y éste de aquí – por fin, por fin, por fin señala al chico – es
Derek, el mejor amigo de Chris.
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Hola – sonrío y él me sonríe.
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Hola.
En lo que pasan unas horas la pareja protagonista
(no sé muy bien si Regina y Christopher o Anna y Frank) no paraba de bailar.
Derek y yo habíamos hablado tanto, me habló de casi todo, su madre, sus
hermanas, su trabajo, etc. y es que era graciosísimo, pero mi mente no dejaba
de decirme que tal vez no era lo que pensaba, y que lo único que debía hacer
era levantarme y sentarme al lado de mi abuela, a quién me parezco tanto… Derek
no haría más que robarme tiempo y eso no me lo puedo permitir si quiero triunfar.
“¿De verdad quieres esperar sentada y seguir un ritmo de vida tan
monótono?”
Las palabras del hombre de esta mañana hicieron eco
en mi cabeza a la vez que la de Derek me interrumpía los pensamientos:
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Celia, me tengo que ir ya que debo
despertarme a las seis y son las cuatro, trabajo…
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Vaya, bueno Derek, ha sido un
placer conocerte – me levanto y le doy la mano, la cual coge sin dudar pero a
la vez, se ríe.
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Dame tú número, así podemos seguir
en contacto…
Atrévete
Celia, ¿Qué es lo peor que puede pasar? – Me dice una
voz en mi interior.
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Hagamos una cosa Derek…
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Spiegelman.
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Derek Spiegelman, si el destino
quiere que estemos juntos, te lo prometo, nos volveremos a ver en otra parada.
Le dije pensando en la metáfora del tren.