lunes, 16 de marzo de 2015

Tú y Yo

En la casa que más me gusta sólo nos encontramos él y yo.

Para mi él es lo que siempre he deseado. Un chico con ojos azules, rubio, alto (de esa manera que aunque me ponga tacones él siga siendo más alto que yo), y hasta tiene un piercing negro en la parte izquierda del labio inferior.

Y él dice lo mismo de mi. Él dice que siempre he sido lo que él deseaba. Morena, con los ojos marrones, o como él dice: esos ojos marrones que cuanto más miro y miro, descubro que tienen un toque verde, bajita (de esa manera que él tenga la sensación de poder protegerme, aunque no se de que).

En fin, que estamos hechos el uno para el otro.

Recuerdo ese día en el que me dijo de una manera tan original y única que estaba enamorado de mi.

Se fue a buscar algo y volvió con una libreta, la de francés para ser exactos... ¡Hace francés! Cogió un bolígrafo y dibujo la figura del Yin Yang en el folio.

- Verás, este soy yo - señaló la parte blanca - y esta es mi conciencia. - señaló la redonda negra dentro de la parte blanca - Y esta eres tú - me dijo señalando la parte negra y mirándome con una sonrisa en la cara - y esta es tu conciencia - señaló la redonda blanca de la parte negra - ¿Entendido?

- Vale, ¿y ahora qué?

- Ven - me cogió de la mano y nos sentamos en el sofá negro del centro del salón. Me rodeó con el brazo y yo puse mi cabeza encima de su pecho, a la vez que le abrazaba por la cintura. Con su otra mano sujetaba el folio. - Mira, si te das cuenta mi conciencia encaja perfectamente contigo, al igual que tu conciencia encaja perfectamente conmigo. Siempre se ha dicho que la conciencia no se podía ver, y eso pensaba yo hasta que te conocí - sonrió tímidamente - La conciencia nos dice que hay que hacer y que no, que queremos y que no, y tu me haces sentir igual - esta vez me miró y yo levanté la cara. Nos mirábamos fijamente a los ojos - Mi conciencia se ha enamorado de ti tal y como tu conciencia se enamorado de mi.



Y ahí sabía que tenía razón. Sabía que le quería, quiero, y querré para siempre. Sabía que el Yin Yang nunca había significado tanto para mí. Y finalmente, también sabía que no quería marcharme de esta casa, en la que sólo nos encontrábamos él y yo.


Sally (StoryTellerY)

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